martes, 12 de diciembre de 2006

“Y en el principio solo existía la palabra”

Muchas personas me preguntan como se metió a ese cuento, pero yo les digo no es un cuento es un sueño.

Puede sonar muy cliché, pero desde niño siempre me gustaron los aviones y viviendo en una ciudad donde no llegaban aviones grandes, recuerdo que el ruido de algún jet que surcara los cielos de Manizales me hacía correr de donde estuviera a un lugar abierto para poder verlo y contemplar la estela que dejaba hasta desaparecer en el horizonte, a propósito era bastante frustrante sobre todo para un niño, cuando lo escuchaba y sabia que estaba sobre mi pero habían unas enormes nubes que me impedían verlo.

Tenia un tío que visitaba en Bogota durante mis vacaciones y siempre me preguntaba que quería de regalo, por supuesto yo le decía quiero volver a Manizales en avión y varias veces me lo obsequio, eran los 30 minutos mas cortos y felices de las vacaciones.

Cuando te gustan las cosas que vuelan aprendes algunos trucos y cuando por ejemplo te subes a un avión te gozas que te toque cerca de las alas para poder verlas con sus motores y los flats durante el vuelo, pero las ventanas son muy pequeñas para poder observar toda la dimensión del cielo y la tierra debajo de ti. Y por supuesto la sensación de velocidad es mínima en vuelo y a diferencia de algunos pasajeros que palidecen a la menor turbulencia yo disfrutaba los movimientos inesperados del avión y podía sentir que volaba y no que estaba sentado con otras treinta personas en un cilindro inmóvil, mientras me ofrecían una gaseosa.

A medida que creces el entorno comienza a asfixiar tus sueños y entonces los abandonas o en el peor de los casos los aplazas, y digo peor, porque entonces vivirás el resto de tu existencia esperando algún día volverlos realidad y la verdad no quiero morir con los mismos sueños de niño, porque entonces perdí mi tiempo en este mundo ya que tuve toda una vida para hacerlos realidad y nunca lo hice.

A principio de este año había terminado un trabajo y disponía de mucho tiempo de libre, que la verdad me afectaba porque pensaba tantas cosas que me deprimían y a veces no sabia sí era mejor permanecer dormido y vivir entre sueños o despertarme y solo esperar la noche para volver a dormir.

Un amigo, Jairo, me dijo: ¿Por qué no vamos a Anserma Nuevo este fin de semana a volar en parapente?, le pregunte que hay que hacer?, donde quedaba?, cuanto costaba? Y otras cosas más, a lo que la verdad no me pudo responder mucho porque el solo había volado una vez hace varios años y en Chipre. Me dijo vamos donde el Jaime el “gordo” el tenia todas las respuestas y era el master en este tema en Manizales. Me respondió mis preguntas a la cual se le sumo una nueva, ¿y que tengo que hacer para ser piloto de Parapente?, básicamente necesitaba poder caminar, tener dos manos y la mitad de lo que costaba el curso, a propósito esa era la ultima semana con precio del año pasado, salí de la oficina de Jaime llame a un muy buen amigo de la universidad, “el Julius”, al cual sabia le encantaría hacer el curso, me dijo en este momento no tengo la plata, pero bueno apenas son las 2 de la tarde y en una de sus frases típicas me dijo llámeme a las 7 a ver si ya he vendido el cuerpo y tengo la plata, déme una esperita, como ya lo conozco regrese donde el gordo le di la mitad del curso y empecé al otro día, sólo; a la fecha Julius no ha hecho el curso y lo de vender el cuerpo bueno…


Yo nunca había tenido contacto con un parapente, y mi única referencia era por lo que había visto en televisión, así que esa noche casi no me duermo pensando como seria ese aparato y si seria capaz de volar. La primera clase fue en Campo escuela, al lado de TCC ™, un lote en el que lo único que yo había visto volar cuando pasaba por allí era un grupo de marihuaneros, y sin parapentes.

Al principio y, a todas estas, al final también se me dificultó el control de la vela, así que me volví un experto en despegues frontales y tener la vela arriba y correr como loco. Haciendo el curso en campo escuela conocí dos muchachos a “Mancho” que hasta hace poco terminó el curso y a otro que entró una semana después de que yo había empezado, pero en un día estaba a la par con nosotros, la verdad es que lo de la coordinación no es una de mis cualidades y el tener una buena coordinación ayuda al aprendizaje, pero como demostré mas tarde uno puede volar parapente sin tener coordinación alguna.

El pelao se llama Andrés Vivas, y con el transcurrir del curso nos volvimos muy buenos amigos y compañeros de vuelo, y claro en medio de los nervios y temores por los primeros “sapitos” de altura nos echábamos al agua uno a al otro, de el les contare mucho más en proximas entradas.




Nunca me pude sentar en los sapitos, pero no por falta de coordinación sino porque la silla era como para alguien de 1.50. (En la foto estoy haciendo un sapito y el que me guia por radio es el gordo)








Después de tres semanas de campo escuela llego la hora del primer vuelo de altura, pero después les cuento como me fue y como conocí al resto de mis amigos parapentistas.




1 comentario:

Anónimo dijo...

CRIS, ME GUSTA MUCHO TU BLOG, SE NOTA QUE TODA LA EXPERIENCIA DEL PARAPENTE HA SIDO UNA DE LAS MEJORES DE TU VIDA, QUE BUENO. ESPERO QUE ESCRIBAS RÁPIDO LA OTRA PARTE DE LA HISTORIA YA QUE ESTÁ MUY INTERESANTE Y QUE PONGAS MAS FOTICOS CHEVERES. BUENO CRIS, CUIDATE MUCHO Y ACUERDATE QUE ESPERO LA OTRA PARTE DE LA HISTORIA. JULY HINCAPIÉ.